Examen... Sorpresa...!

Estaba todavía medio dormida cuando me subí al carro ahora en la mañana y tenía un leve dolorcito de cabeza. Sabía que hoy el entreno iba a ser difícil: teníamos planeado bajar hasta Zaragoza y de regreso. Me comí las dos peras que había traído y eso me despabiló un poquito.

Una de las primeras veces que salí en bicicleta de ruta recorrimos la calle del litoral, desde el puerto hasta el tercer túnel. Me acuerdo que cuando veníamos en el carro de regreso vimos unos ciclistas subiendo la carretera un poquito después de Zaragoza y comentamos lo difícil que se veía lo que estaban haciendo. Ese recuerdo tenía en mente hoy en la mañana cuando empecé a pedalear.

Salimos de la Esso Madre Selva, recorrimos el Boulevard Orden de Malta e iniciamos la carretera al Puerto. Nuevamente, sentí difícil el tramo antes de la Shell de Utila, pero me mentalicé que era porque aun estaba calentando. Después del redondel de la Shell, aunque uno ya va “bajando al Puerto”, la calle sigue subiendo un rato más, pasando las Piletas y la Joya (en carro uno no se percata de esos detalles). Después empezó el descenso, largo y rico., hasta que me recordaba que entre más bajábamos, más íbamos a tener que subir. Es más, curiosamente, me alegraba cuando llegábamos a un de las pocas subiditas que hay en la calle porque quería decir que en el regreso iba a tener pequeños descansitos.

En un ratito llegamos al retorno de Zaragoza y empezamos a subir. A un paso no muy rápido, pero con una cadencia constante. Subiendo, subiendo, subiendo. Mientras subíamos practicaba pedalear parada, tomar agua, y subir las revoluciones por períodos cortos. Seguíamos subiendo y subiendo. Me sentía cansada y por ratos corta de aire, pero seguía para arriba.

Como una hora después de haber empezado, estábamos de regreso en frente al Centro Comercial La Joya. Me sorprendí de no haber sentido la subida tan larga y de estar terminando sintiéndome todavía con un poco de fuerzas.

Ya me estaba empezando a relajar pensando que estábamos terminando, cuando Raba dijo que nos íbamos a ir por Nuevo Cuscatlán. Con un par de “hijoles” exagerados, cruzamos y empezamos a subir la cuesta empinada que está al principio de esa calle. La cuesta es empinada, pero corta y después viene un tramo más que todo plano o con ondulaciones leves.

Después llegamos a una bajada bastante empinada y nos encontramos a un grupo de ciclistas que venían en el sentido contrario, subiendo con un gran esfuerzo. Me sentí aliviada que no íbamos en ese sentido.

Al ratito, adelante en el camino vi una buena subida. “Huy esa subida se ve dura!”
“Es un examencito” me contestó Raba. “Examen? Ese no me lo esperaba.”

Y empezamos a subir, y a subir, y a subir. Cinco kilómetros de escalada mucho más empinada que en la Carretera al Puerto. Más de una vez, pensé seriamente en bajarme y empujar la bicicleta, pero seguí pedaleando. Raba me animaba y/o entretenía contándome que una vez le estaba costando tanto una escalada que terminó gritándole un par de malas palabras a su entrenador. Yo le dije que no se preocupara, que a mi no me quedaban ni energías, ni fuerzas, ni aire para decir ni una tan sola mala palabra.

Seguíamos subiendo, parecía eterno. ”En serio son 5 kilómetros Raba?” “Si, en serio. Vamos.” Y seguíamos subiendo.

Finalmente llegamos a una parte plana y después de un rato Raba avisó que la cuesta que se aproximaba era la última. Ese ultimo pedazo me costó, pero le eché ganas, era el ultimo esfuerzo.

Empezamos otra bajada, cuando en eso “Raquel, aquí paremos.” Yo pensaba que íbamos a ir a salir por arriba de la Esso, pero estábamos mucho más adelante que eso. Cuando paramos, estábamos a unos metros de la Despensa de Don Juan de la Cima.

Me subí al carro ya sin energías y me tomé el Gatorade de un solo. Llegué a mi casa, estiré y me comí un buen desayuno. Todo el día me he sentido cansada, pero también todo el día me he sentido orgullosa de mi misma. Porque subí, porque no me di por vencida y porque cada día disfruto más de la pedaleada.