Las granolas, el gatorade y las galletas sumadas a los bananos, chocolates, coca colas y powerade que llevó Diego, alcanzaron justito para la pedaleada de hoy. Empezamos con una hielerita de playa que no cerraba; terminamos con dos cocas zero (que nadie tocó), una galleta y un montón de basura.
Íbamos siete: Raba, Jairo, Elias, Xenia y Richard de Bicimania, Diego (que ha estado entrenando con nosotros) y yo.
Arrancamos de la Esso de la Gloria (Redondel Integración), igual que el jueves, pero un poco más tarde: a las 5:20 a.m.. La ruta programada para hoy era un poco más larga, o bueno, el doble de larga. De la Gloria salimos en dirección a Quezaltepeque y el Jabalí, igual que la vez pasada. En ese pedazo íbamos haciendo relevos en parejas, es decir íbamos en dos filas de tres ciclistas cada una y el relevo lo hacíamos al mismo tiempo que el que llevábamos a la par. Como era de esperarse, llegamos al desvío más rápido que el jueves; pues con más ciclistas, el relevo permitía más tiempo de recuperación para cada uno.
Al llegar al desvío, nos incorporamos a la Carretera en dirección a Santa Ana. Por un rato seguimos haciendo relevos hasta que llegamos a la famosa "subida del congo" que son 8 km para arriba. Sentí la subida larga, pero realizable. En ese punto cada quien tomó su propio ritmo: los expertos subieron rápido, haciendo competencia entre ellos, yo subí a un paso más lento, pero constante. Cuando uno va en carro, la fábrica Pettenatti es una seña que ya casi se está llegando al Congo. Cuando uno va en bicicleta, es seña que lo yuca está por comenzar.
Al llegar a la Esso del Congo, como a las siete y piquito, paramos y sacamos la hielera para abastecernos. Dos mandarinas, una bolsa de agua y una granola después, arrancamos nuevamente. Dimos la vuelta en el retorno (otra mini subidita) y empezamos la bajada de regreso: un premio bien merecido y muy agradable. Durante 8 kilómetros, las piernas descansan, la espalda cambia de posición (uno se agacha para romper el viento) y el calor no se siente.
Al llegar a lo plano, hicimos relevos en un sola fila y a velocidad. Cuando me tocaba irme atrás después de ir a la cabeza, me sentía tan cansada que me costaba muchísimo pegarme nuevamente al grupo. En varias ocasiones, Raba (que no estaba participando en el relevo, si no que lo iba coordinando) me empujaba con la mano en mi espalda hasta que le llegaba al grupo.
Eventualmente llegamos al desvío de Opico y nos volvimos a incorporar en la carretera del Jabalí. Habíamos venido trabajando duro, así que bajamos un poco el ritmo para recuperarnos. Esa carretera es ondulada, con algunos reventones un poco exigentes pero cortos. En el camino, en dirección contraria, vimos pasar a los ciclistas de la competencia centroamericana de ruta. Además se nos pegaron otro par de ciclistas que andaban por allí haciendo lo mismo que nosotros.
Para regresar a la gasolinera, todavía faltaba subir la Gloria (los 6 kms con que terminamos el entreno el jueves). Como ya habíamos subido el Congo y porque había escuchado a alguien decir que "algunos vamos a tener que echarnos la Gloria, porque todas las bicis no caben en el rack del carro", yo asumí que yo no era uno de esos "algunos" y que por lo tanto me iba a subir al carro.
"Ya vamos llegando adonde empieza la Gloria? Allí termino yo verdad?" le pregunté a Raba. "Falta un poco, pero suba aunque sea un poquito. Demuestre coraje."
"Bueno, si de verdad quiere que suba la Gloria, necesito un banano!". Y me comí el banano y me propuse a seguir. El banano cumplió su misión, me dio un buen levantón.
Empezamos a subir...
Al rato, "que bueno, allí está la pasarela ya, solo un poquito más...". Y cuando llegamos a la pasarela "Raba, esa no es la pasarela donde termina la subida verdad? Quizás si mejor voy a parar aquí."
"No, vamos si ya pasamos la mitad." Y seguimos para arriba. Pasamos la segunda pasarela (ahora ya se que son tres). Finalmente podíamos ver la última pasarela en la distancia; yo iba fundidísima, pero me repetía a mi misma "ya casi, ya casi". En eso, sentí que un animal se me metió adentro de los anteojos y después "auch! una avispa!". Sacudí la cabeza para quitármela y detuve la bicicleta. El carro venía cerca y se detuvo inmediatamente pensando que me estaba desmayando...
Por una avispa no iba a quedarme sin el triunfo de terminar, así que me volví a enclipar y seguí. Esos últimos metros fueron duros, pero lo logré, despacito, pero llegué hasta arriba. Habíamos hecho 100 kms, incluyendo esas dos subidas.
Después de quedarnos un rato en la gasolinera comiendo y tomando lo que quedaba en la hielera, me regresé a mi casa. Comí un poco más, bajé las cosas del carro, me bañe y me dormí.... un bueeeeeennn rato.
Sigo fundida...
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