Viernes... empieza la cuenta regresiva...
Primero de julio, quiere decir que quedan (o quedaban) 18 días para entrenar y alistarme para el viaje. La gira empieza el 27, pero el 19 salgo de San Salvador!
El entreno del viernes no fue nada fuera de lo común, pero no por eso dejó de ser demandante. Después de una vuelta en lo plano para calentar, empezamos el ejercicio del día: del redondel del Price Mart (Santa Elena) hasta el redondel de la Libre Expresión y de regreso, cuatro veces. La distancia no es mucha; pero la subida es dura, bien dura. Lo bueno es que, en cada vuelta, el regreso permite recuperarse para poder subir una vez más. Las subidas más duras fueron quizás la primera y la última. La primera porque aun no había calentado del todo y la última porque ya se me había terminado la energía!
Raba se llevó mi bici en la mañana para que le ajustaran los cables (después de unas cinco salidas, es necesario hacerle este ajuste a las bicis nuevas). En la tarde fui a Bicimania a recoger mi bici y supuestamente a aprender a cambiar llantas. Pero el taller estaba llenísimo (es de esperarse un viernes en la tarde que todo mundo quiere su bici de regreso para el fin de semana), así que tuvimos que dejar la lección para la semana que viene. También compré la maleta que voy a usar para llevarme la bici. !Como empacarla es otra cosa que voy a tener que aprender durante las próximas semanas!
Sábado.... a la montaña
Los sábados los hemos dejado reservados para salir en bici de montaña. Ayer, salimos en un grupo bastante grande y nos metimos en el Espino (Parque de los Pericos). Esta vez no nos llovió, y habían algunos charcos, pero nada muy complicado. Subimos bastante y en algunas partes por vereditas complicadas en las que nos teníamos que bajar (por lo menos la mayoría de los que íbamos). En el regreso, la mayoría bajaron por veredas. Yo prefería irme por el camino principal, con excepción de una vereda que era bastante fácil, pero tupida de árboles bajos que hacían un tunelito en el cual era necesario agacharse.
Domingo... rompiendo records
16 días y contando hoy, solamente tres domingos para el viaje. Los domingos los aprovechamos para hacer recorridos largos: no hay urgencia para regresar y hay menos tráfico.
Este día, en resumen: 4 granolas; 2 chuchos, 1 cerdito y una rata atropellados (no por nosotros); unos 10 puentes; 100 kms; y tres horas con 25 minutos...
Ciertamente hoy rompí mi record, en kms y en tiempo (y probablemente también en animales muertos). Nos juntamos a las 5 pasaditas de la mañana y manejamos en dirección al aeropuerto hasta el desvío a Usulután. A las 5:55, Raba y yo empezamos a pedalear, mientras Miguel nos seguía en carro. Habían subidas y bajadas, pero ninguna exageradamente empinada o larga. En promedio íbamos entre 30 y 35 kilómetros por hora, pero habían partes que el viento en contra estaba tan fuerte que teníamos que disminuir la velocidad. En esas partes había que tomar el timón de la parte de abajo y agacharse para romper viento; aun así se sentía la resistencia.
Llevábamos un poco más de una hora pedaleando cuando Raba empezó a decirme que ya casi llegábamos y siguió diciéndome lo mismo como por media hora más. Pero finalmente, luego de recorrer unos 50 kilómetros, llegamos a nuestro destino: el Puente de Oro. Pedaleamos hasta la mitad del puente, y como premio por haber logrado nuestra meta, nos bajamos a apreciar la vista y sobre todo a agarrar aire y comernos otra granola. En el puente había otro grupo de ciclistas que venían de San Miguel y por supuesto que con ellos dimos la respectiva chambreadita.
Y... empezamos el retorno, los otros 50 kms. Cuando empezamos, no me sentía reventada, pero tampoco estaba tranquila. Nos pusimos de meta hacer el regreso más rápido que la ida, lo cual considerábamos factible porque esta vez el final (el principio de la ida) sería en bajada. Pero para lograrlo no podíamos ir despacio.
Empezamos haciendo relevos: primero Raba pedaleaba adelante y yo con mi llanta delantera a una cuarta de la llanta trasera de el con el propósito que el rompiera el viento por mi y yo tuviera que hacer menos esfuerzo. Raba iba adelante por unos tres minutos y después me tocaba a mi por un tiempo similar. La idea era que el que iba adelante mantuviera una buena velocidad, mientras el de atrás se recuperaba. De esa forma, como equipo, nos podíamos mantener a una mejor cadencia que si hubiéramos ido los dos por nuestra cuenta o uno al lado del otro. Eso si, si bien es cierto que atrás se descansa, cuando uno va adelante tiene que hacer un gran esfuerzo.
Hicimos eso como por media hora y empecé a sentir que me estaba costando bastante continuar. Bajamos el ritmo para recuperarnos y tomar agua. Al ratito tratamos de retomar la velocidad que traíamos, pero yo todavía no me sentía bien. Se me había acabado la gasolina y más que aire o agua, necesitaba comida. Ya no tenía granolas en la jersey, así que Raba me hizo el favor de ir a traerme una al carro (a mi todavía me da un poco de miedo ponerme a la par del carro para que me pasen algo).
Con la granola me sentí mejor y empezamos nuevamente a pedalear con ritmo, pero me sentía cansada. Me dolían las piernas, la espalda y el cuello me estaban molestando, en un momento se me durmió una mano y el cuerpo en general lo sentía agotado. Además, había salido el sol, hacía más calor y el tráfico había incrementado. En la ida habíamos visto un perro muerto. En el regreso, vimos una rata, un cerdo y otro perro. Además vimos los restos (la columna vertebral) del primer perro que se lo habían comido los zopes (lo cuento porque fue un gran trauma ver todo eso).
Habían ratos que yo pensaba "será que no voy a poder terminar", pero me forzaba a contestarme que "si" y seguía.
Los últimos 10 kms los sentí eternos. Pasamos por un rótulo que decía 14 kms al aeropuerto y al ratito vimos el primer avión. En ese momento pensé "ya estuvo" y me empecé a imaginar lo rico que iba a ser meterme al carro con aire acondicionado, comerme la mandarina que llevaba en la hielerita y tomarme algo bien helado. Pero sentí ese pedazo eterno. Era en bajada, pero sentía que no avanzábamos.
Eventualmente llegamos. Cuando me bajé, sentía las piernas débiles y no tenía ganas de hacer nada más que quitarme los zapatos y sentarme. Me comí la mandarina, me tomé una botellita de agua, encendí el carro y puse el aire al máximo.
Ahhhhhhhhh.... lo logré: 100 kms. Aun me cuesta creerlo. No fue fácil, pero la recompensa, la satisfacción de haber logrado la meta, hace que haya valido la pena.
No comments:
Post a Comment