Ayer no pude escribir: tuve un día ocupado (principalmente en cosas de bicicleta y preparativos para el viaje) y me quise dormir temprano porque la hora de salida para hoy era aun más temprano.
Han sido dos días de entreno difíciles. Ya solo quedan 12 días para mi viaje y no hay tiempo que perder!
Ayer, éramos un grupo de cinco en bicicleta y uno en carro. Raba había ido al dentista el lunes y aun no se sentía bien, así que el manejó y Miguel, el que siempre maneja y que fue compañero de Raba en la selección de ciclismo, pedaleó con el grupo.
Empezamos en Santa Elena: del Price Mart le dimos para arriba, pasando por los redondeles y bajando por Huizucar hasta llegar a la Carretera a Comalapa. Una vez más, el reto era subir Los Planes. Al igual que la vez pasada (hace dos meses), la subida estuvo dura, pero no imposible.
Esta vez no llegamos hasta el triangulito de los Planes, si no que cruzamos en las Tres Marías para incorporarnos a la calle nueva que empalma con La Cima/ Huizucar. El problema es que antes de bajar a Huizucar, la calle sube. Sube bastante. Las dificultades empiezan al no más cruzar, con una cuestesita de unos cuantos metros, pero exageradamente empinada. Ese pedacito me tomó completamente por sorpresa y por un rato creí que no iba a subir. Después, viene una parte con menos inclinación y un poco después comienza lo bueno: una subida larga y colocha. A la medida que íbamos ganando altura, inrementaba la neblina, hasta que eventualmente llegamos al pico adonde la calle empieza a bajar.
Al incorporarnos a la calle de Huizucar, para ir en el mismo sentido que el tráfico, bajamos un poco hasta el redondel. Al dar la vuelta en el redondel, por si nos habíamos quedado con ganas, otra subida...
Cuando llegué a mi casa después del entreno, Giro me estaba esperando y me acompaño a estirar y después a ver el Tour de France (quiero que se vaya acostumbrando a ver bicicletas). Giro está divino, travieso, juguetón y simpatiquísimo...
Ayer finalmente fui a Bicimania a que me enseñaran a cambiar la rueda. La primera vez, vi a Jairo hacerlo, pero después si me tocó ensuciarse las manos (y el brazo, el pantalón y lo pies). En teoría no debería de ser tan difícil cambiar un tubo, pero son un montón de detallitos y truquitos que uno se necesita aprender. En estos días necesito practicarlo más, porque yo se que a la hora de las horas, con la presión del tiempo y los nervios, no va a ser tan fácil cambiarla.
Estando allí, le cambiamos el stem (parte que conecta el timón al marco) a mi bici por uno más pequeño porque me había estado doliendo la espalda alta.
Ahora la salida fue aun más temprano... nos juntamos a las 4:15 a.m. para empezar a pedalear a las y media. Esta vez solo éramos tres incluyendo a Raba que ya estaba recuperado. Salimos de la Esso de la Gloria (redondel Integración) para hacer una ruta similar a mi primer "fondo" (trayecto largo) la semana antes de caerme.
A la hora que salimos aun estaba oscuro y hacía frío; ya había dejado de llover, pero la calle todavía estaba mojada y habían algunos charcos. Pasamos Nejapa, Quezaltepeque y como a las 5:30, ya con más luz, habíamos llegado a la carretera a Santa Ana, adonde dimos la vuelta. La calle tiene subidas, bajadas y partes planas, así que el regreso fue similar a la ida. Sin embargo, por la hora de entrar al trabajo de algunos, queríamos asegurarnos de estar antes de las 6:30 de regreso, así que nos tocó incrementar la velocidad.
El plan era subirnos al carro antes de la Gloria (cosa que yo había hecho la vez anterior). Pero como llegamos a las 6:20, decidimos continuar hasta la gasolinera adonde habíamos comenzado. La vez pasada, yo manejé ese pedacito siguiendo a los que continuaron en bicicleta y me pareció que se veía difícil. Sin embargo, cuando empecé a subir me fui dando cuenta que, como suele pasar, "en el carro no se siente": era mucho más demandante de lo que yo me imaginaba. La subimos como en 18 o 19 minutos, pero 18 o 19 minutos sufridos. Por instrucción de Raba traté de hacer un sprint al final, pero las piernas no me respondieron. Pero terminé.
Al lleguar arriba sentí La Gloria (sospecho que quien le puso el nombre al lugar, era ciclista.)
Cuando llegué a mi casa, otra vez estaba Giro esperandome y otra vez me acompañó a ver el Tour.
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